Dos tartas del Costco y una peste impresionante
Anoche me puse malísimo. La cosa pintaba mal desde por la tarde. Tuve un cumpleaños y me encargué muy malamente de los dulces. Como me tuve que pasar por el Costco aproveché la visita y pillé dos tartas de esas que ellos venden gigantes, una de dulce de leche y otra de zanahoria. La cajera ya me avisó cuando le pregunté. Me dijo que estaban buenas pero que tenían mucha azúcar. Y tenía mucha razón, por lo del azúcar, porque lo que se dice buenas no estaban.
Pero claro, te plantas allí, en mitad de la fiesta con dos putas tartas de las que comerían tres familias del Opus Dei y la gente, ya muy remilgada con esto de la vida sana, empieza a decir que solamente quieren un trocito para compartir por parejas y al final cuando tienes que recogerlo todo te ves con tarta y media encima de la mesa. A mí siempre me ha dado pena tirar comida así que hice de comercial y empecé a convencer a la gente para que se la llevase llegando a colocar algún que otro trozo.
Al llegar a casa la vi ahí, inmensa, encima de mi encimera sin posibilidad de guardar semejante monstruenco en mi nevera, así que me cené otro trozo, uno de esos bocados que sabes antes de terminarlo que no te sentarán bien. Pero lo hice. Dormí mal. Soñé que masticaba azúcar en terrones. Pero como soy gilipollas me levanté, la vi ahí de nuevo, y me comí otro trozo, por aquello de no tirarla. Salí a la calle y me dio in bajonazo tremendo, algo que desconozco el porqué, porque siempre entendía que los subidones de azúcar te daban precisamente eso, subidones.
El caso es que por la tarde tuve visita en casa y lo vi claro. Era la oportunidad perfecta para sacar otros dos trozos, pero otra vez uno fue para compartir y el otro, nuevamente, me lo terminé comiendo. Y ahí peté. Tuve que salir a la calle a respirar y termine en un bar pidiendo una botella de agua. Dormí mejor, pero esta mañana al peerme olía a contenedor de gatitos muertos. Me daba asco a mí mismo. Un asco horrible.
El olor es indescriptible. No es charca de renacuajos, tampoco es playa podrida. Es una fragancia nueva, nicho, nada comercial. Escribo estas líneas en la sala de espera de un centro de salud porque hoy me tocaba hacerme una analítica. Ya os podéis imaginar. Todo abarrotado, excusa perfecta para soltar lastre. La peste es tremenda, pero es tan tremenda que nadie cree que pueda ser de un humano.
Acaban de llamar al de mantenimiento para que mire el bajante de los aseos. Hay cuatro viejas tapándose la boca y otra mujer diciendo que echa de menos la mascarilla. Y nadie se imagina que soy yo que me estoy cagando vivo. No puedo parar de reír mientras os cuento esto.