IKEA, un puto pomo y una doble penetración de museo
La semana pasada tuve que ir a IKEA. Me había equivocado con un mueble de cocina. Error mío. Pero como fui lo suficientemente precavido como para guardar el ticket a buen recaudo, tan solo tenía que acercarme una tarde en un pispas. O eso pensaba yo.
La idea era bien sencilla. Descambiar rápido la equivocación y coger un pomo. No tenía ni que hacer el recorrido ese de los cojones. Todo iba a ir rapidísimo. O eso seguía pensando yo.
Así que entré en IKEA y me fui directamente a devoluciones. Esperé poco y me devolvieron el importante en una tarjeta de IKEA porque al parecer ya había abierto el cartón. Me daba lo mismo puesto que tenía que volver a entrar. Así que con mi mejor sonrisa la guardé y me fui a la zona del almacén.
Una vez dentro, listo como la rata que soy, cogí uno de esos ordenadores en los que le pones lo que quieres y te dice el pasillo donde tienes que cogerlo. Mientras tecleaba me fijé que justo al lado del ordenador estaban los pomos. Volví a triunfar. Me fui a buscar el que yo quería. Me puse a buscar y a buscar pero no daba con él. Estaban todos los del mismo modelo menos la medida que yo necesitaba. Así que cuando fui a buscar a un empleado para que me ayudase me encontré la primera cola ya formaba. La esperé pacientemente hasta que me atendieron y me dijeron que no podía servirme yo ese pomo, pero que ellos podían hacerme un papelito para que me lo sirvieran en entrega de mercancías, que justamente estaba de donde ya venía, al lado de devoluciones. Les dije que sí.
Las moderneces tienen lo que tienen. Me pidieron un número de teléfono, me llegó un SMS y el papelito que me iban a dar se convirtió en un código QR con el que pagaría primero en caja y luego iría a recoger el pedido. Así que me fui a la caja, me autocobré sin problema alguno y gasté la tarjeta devolución que me habían dado minutos antes. Al salir de la línea de cajas, como no podía ser de otra manera me fui para la entrega de mercancías, donde ya había otra importante cola.
Al mirar la pantalla, mi pedido, un jodido pomo, aparecía ya allí, pero no estaba para recoger, ponía algo así como procesando. Así que me quedé al lado entreteniéndome con mi teléfono. Pasaron cinco, diez, quince minutos. Muchos minutos para recoger un simple pomo hasta que una señorita salió y preguntó en voz alta por las tres cifras finales que cerraban el número de pedido mientras en su mano llevaba el pomo, que resultaron ser dos porque los venden por parejas. Así que le dije: “El pomo es mío” - a lo que ella me respondió: “Enséñeme el papel que le han dado, por favor”.- a lo que yo le dije: “Sí, es un código QR”.
La espera para mí y para un pomo fue tan larga que ya había perdido la noción de la vida. No sabía si el código QR estaba en la propia app de IKEA, entrando en el SMS o me lo habían mandado por e-mail. Me nublé. Empecé a abrir aplicaciones una tras otra y no encontraba nada, mientras la señorita, entiendo que curiosa por mi comportamiento empezó a fijarse en la pantalla de mi teléfono cada vez más atenta. Finalmente me acordé y me dije en voz baja: “Joder, estaba en Chrome”- y abrí Chrome mientras ella prácticamente tenía ya su cara al completo metida en la pantalla de mi iPhone.
La vista previa que apareció no la olvidaré jamás. Uno de los mejores últimos vídeos subidos por Orgasmatrix. Una orgía entre dos mujeres acróbatas del amor y un montón de hombres debidamente rasurados. El thumbnail bien podría mostrarse en el Louvre. Una buena moza estaba siendo penetrada por la totalidad de sus agujeros mientras su mejor amiga en esos momentos le introducía, junto a ambos fornidos penes, sus manos al completo, una por el coño y otra por el mojino mientras agarraba a su vez por dentro de su cuerpo los dos pollones, como si los masturbase dentro de su amiga. Como os lo digo, si la estafa de los NFT hubiesen empezado con ese cuadro, ahora mismo nadie estaría hablando de estafa.
La señorita de IKEA no pudo contener sus sorpresa soltando un bucólico: “¡Dios de mi vida!”- y a mí no me quedó otra que decirle sonriente: “Es lo que tiene el pomo… el pomo…” - porque me pilló totalmente desprevenido. Así que cambié de pestaña, escaneó el QR, recogí los dos putos pomos y me marché de allí riéndome.